Publicado el: 07/01/20202 min de lectura

Algunas culturas como la Wayuu consideran al Guáimaro como un símbolo de abundancia, es sin duda un árbol generoso que cubre el suelo con sus frutos, un festín nutritivo para todos los que lo rodea, en el 2019 desde septiembre hasta noviembre en los proyectos de Becerril Cesar y Ovejas Sucre la cosecha no se hizo esperar, llegó la gran noticia, el Guáimaro está botando las primeras semillas, este sería el comienzo de una cosecha abundante que posibilitó la recolección y el desarrollo de la cadena productiva para este producto.

La transformación de Guáimaro ha sido poco estudiada y registrada en Colombia, es un reto de investigación para las comunidades y para la fundación entender a profundidad cómo se comporta en las diferentes etapas de producción, esta primera cosecha de prueba ha sido una oportunidad para estrechar los lazos con este árbol, pues cada proceso desde la recolección hasta la molienda enseña desde la experiencia como se puede destacar sus potencialidades y como se puede mejorar las técnicas para su transformación.

Esta iniciativa de desarrollar un producto con el Guáimaro, es más que solo un interés productivo, pues los habitantes del bosque crean una relación directa con su entorno aprenden a reconocer su territorio y a diversificar su alimentación, pues así como el Guáimaro hay otras especies comestibles con propiedades nutricionales y medicinales que pueden ser usadas primeramente por quienes están cerca los campesinos de la región, son ellos quienes por medio de su experiencia identifican que es una semilla buena y como se limpia y se seca, aprenden cual es el aroma al tostar la semilla y cuando está en su punto para retirarla del fuego, aunque el proceso no es muy tecnificado, lo más importante en esta primera etapa es la experticia y la convivencia que se genera de la experiencia directa con la semilla y el árbol.

La observación, el registro, el ensayo y el error son las herramientas más importantes de este ejercicio, que esperamos ayuden a las comunidades a encontrar una forma de proteger a través de generar cadenas productivas y salidas económicas con los frutos de la conservación.

Algunas culturas como la Wayuu consideran al Guáimaro como un símbolo de abundancia, es sin duda un árbol generoso que cubre el suelo con sus frutos, un festín nutritivo para todos los que lo rodea, en el 2019 desde septiembre hasta noviembre en los proyectos de Becerril Cesar y Ovejas Sucre la cosecha no se hizo esperar, llegó la gran noticia, el Guáimaro está botando las primeras semillas, este sería el comienzo de una cosecha abundante que posibilitó la recolección y el desarrollo de la cadena productiva para este producto.

La transformación de Guáimaro ha sido poco estudiada y registrada en Colombia, es un reto de investigación para las comunidades y para la fundación entender a profundidad cómo se comporta en las diferentes etapas de producción, esta primera cosecha de prueba ha sido una oportunidad para estrechar los lazos con este árbol, pues cada proceso desde la recolección hasta la molienda enseña desde la experiencia como se puede destacar sus potencialidades y como se puede mejorar las técnicas para su transformación.

Esta iniciativa de desarrollar un producto con el Guáimaro, es más que solo un interés productivo, pues los habitantes del bosque crean una relación directa con su entorno aprenden a reconocer su territorio y a diversificar su alimentación, pues así como el Guáimaro hay otras especies comestibles con propiedades nutricionales y medicinales que pueden ser usadas primeramente por quienes están cerca los campesinos de la región, son ellos quienes por medio de su experiencia identifican que es una semilla buena y como se limpia y se seca, aprenden cual es el aroma al tostar la semilla y cuando está en su punto para retirarla del fuego, aunque el proceso no es muy tecnificado, lo más importante en esta primera etapa es la experticia y la convivencia que se genera de la experiencia directa con la semilla y el árbol.

La observación, el registro, el ensayo y el error son las herramientas más importantes de este ejercicio, que esperamos ayuden a las comunidades a encontrar una forma de proteger a través de generar cadenas productivas y salidas económicas con los frutos de la conservación.

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