Todos sus vecinos lo llaman «El Profe«. Cuando la sequía reduce a nada, el irreductible Víctor Olivares logra hacer crecer las frutas y hortalizas en la costa caribeña. Su secreto: un gran amor por la tierra.
Víctor tiene 50 años, autoridad y una sonrisa en su rostro. «Cuido mi salud, hago todo lo posible para mantenerme joven,» se divierte. Esto sucede en su terreno de juego favorito: una parcela de tierra bien organizada en donde cultiva, con amor por el trabajo bien hecho, todo tipo de verduras y árboles frutales.
Vacunado contra los productos químicos
En medio de plantaciones de yuca (la mandioca sudamericana) cerca de su pueblo, Los Límites, Víctor cuenta su pasión por la naturaleza y la agricultura. «Desde mis 12 años, ayudaba a mi padre en los campos después de la escuela. Él trabajaba en una granja grande que utilizaba una gran cantidad de productos químicos para tratar las plantaciones «, se acuerda el cincuentenario, con una mueca en sus labios. Si, fue en este momento que Víctor se enamoró de la tierra y ahora se da cuenta de cómo su padre pudo haber sufrido por el uso de sustancias «muy tóxicas«, como el insecticida Lorsban. «Veo a los viejos campesinos, que están en mal estado de salud. Yo me siento perfectamente bien. «
El acceso a la tierra reservado para los ricos
A los 18 años, Víctor comenzó a trabajar como agricultor en la granja Ceibal, a cuarenta kilómetros de Cartagena. Al igual que la gran mayoría de campesinos sin tierra en Colombia, el joven dio sus primeros pasos en un sistema ancestral en las manos de los ricos propietarios. El principio: «Los propietarios de fincas prestan sus parcelas de tierra a los campesinos con el fin de mantener el campo durante unos años antes de vender la finca a precio del oro, explica Jean-Matthieu Thévenot, voluntario en la granja Ceibal para la asociación francesa Envol Vert. No les importa lo que crece en su tierra, sólo es una inversión para ellos, como un banco. «
Durante dos años, los agricultores cultivan lo que quieren, a menudo de maíz y yuca, antes de quemar la tierra para dejarla «limpia«, técnica clásica utilizada en la agricultura convencional. Otro campesino ocupa entonces esta tierra a su turno.
La granja de 3000 hectáreas, donde trabaja Víctor es una de las 40 que posee el propietario, rico heredero de una familia que hizo fortuna con las esmeraldas. «En toda la zona de la costa del Caribe, hay una veintena de propietarios de tierras agrícolas. Eso da una idea de la distribución de la riqueza en Colombia… «, reconoce Jean-Matthieu.
Cambiar las mentalidades
Provisto de su largo machete, Víctor curva la espalda para cortar las malas hierbas que se propagan en su terreno. Pero él no sufre, galvanizado por un trabajo del cual se dice «orgulloso«. «Me siento en conexión con la naturaleza, le debo mucho, se le debe respetar«, se pregunta el hombre, siempre convencido de la agricultura orgánica. «Desde el principio, me negué a quemar la tierra e insistía en hacerla orgánica. Eso sorprendía a más de uno. Los otros campesinos del lugar no trabajaban así, no comprendían«. Aún hoy, Víctor se lamenta de las respuestas «agresivas » de algunos campesinos cuando intenta persuadirlos de cambiar sus hábitos. Esto es no quemar más las malas hierbas y cortar los árboles, dejando que se desarrolle así un entorno natural que promueva la producción agrícola.
La asociación Envol Vert está hace frente al desafío del cambio, paso a paso. Durante un período de ocho años y no dos como lo imponen por lo general los propietarios, Víctor y otros trece campesinos, principalmente de Los Límites, trabajan en pequeñas parcelas de la granja Ceibal donde ellos cultivan frutas y hortalizas entre hileras de árboles financiadas por Envol Vert. La asociación apuesta en gran medida en el Guáimaro (nuez maya), un árbol que ayuda a fertilizar el suelo y da muy buenos frutos para el ser humano y para el ganado.
Un pacto con la naturaleza
Víctor, que ha plantado decenas de árboles en su terreno durante dos años, es uno de los defensores más fervientes de este proyecto. «Dice que ha firmado un pacto con la naturaleza«, sonríe Jean-Matthieu, impresionado por el conocimiento del agricultor. También es una manera para él de sentirse más respetado en su oficio». Los agricultores no son fuertes económicamente en este país. Fabricando productos de calidad, a largo plazo y organizando la venta como cooperativa, producimos riqueza y nos hacemos más fuertes.»
Víctor sonríe tímidamente y tiene la mirada inquieta cuando le preguntamos por qué, las casi 250 personas en su pueblo, lo llaman «El Profe«. «No sé«, responde el único que ha logrado cosechar todas sus legumbres el año pasado, a pesar de una sequía devastadora. «Nos da consejos para mejorar; cultiva plantas medicinales para sanar a los aldeanos que se lo piden y trata de transmitir el amor a la tierra a los más jóvenes«, detalla Lediz, el único campesino participante del proyecto de Envol Vert.
«Lo que comen los ministros, es gracias a nosotros»
A veces los jóvenes del pueblo vienen a visitar a Víctor en su parcela. «Espero que se conviertan a su vez en campesinos. Yo les digo que es un trabajo respetable, que eso que comen los ministros, es gracias a nosotros «, bromea. Víctor nunca llegará a ser propietario de la tierra en la que trabaja. «Todo es propiedad privada aquí, es imposible.» Y caro. Victor estima el costo de los 800 m² de terreno en una cifra cercana a los 15 millones de pesos (8600 euros). Entonces se contenta con soñar un poco. «Si pudiera, yo bautizaría mi terreno: «Parcela del Señor Víctor agrofestal’’”.
Aurélie Bacheley
Artículo extraído del Huffington Post
Todos sus vecinos lo llaman «El Profe«. Cuando la sequía reduce a nada, el irreductible Víctor Olivares logra hacer crecer las frutas y hortalizas en la costa caribeña. Su secreto: un gran amor por la tierra.
Víctor tiene 50 años, autoridad y una sonrisa en su rostro. «Cuido mi salud, hago todo lo posible para mantenerme joven,» se divierte. Esto sucede en su terreno de juego favorito: una parcela de tierra bien organizada en donde cultiva, con amor por el trabajo bien hecho, todo tipo de verduras y árboles frutales.
Vacunado contra los productos químicos
En medio de plantaciones de yuca (la mandioca sudamericana) cerca de su pueblo, Los Límites, Víctor cuenta su pasión por la naturaleza y la agricultura. «Desde mis 12 años, ayudaba a mi padre en los campos después de la escuela. Él trabajaba en una granja grande que utilizaba una gran cantidad de productos químicos para tratar las plantaciones «, se acuerda el cincuentenario, con una mueca en sus labios. Si, fue en este momento que Víctor se enamoró de la tierra y ahora se da cuenta de cómo su padre pudo haber sufrido por el uso de sustancias «muy tóxicas«, como el insecticida Lorsban. «Veo a los viejos campesinos, que están en mal estado de salud. Yo me siento perfectamente bien. «
El acceso a la tierra reservado para los ricos
A los 18 años, Víctor comenzó a trabajar como agricultor en la granja Ceibal, a cuarenta kilómetros de Cartagena. Al igual que la gran mayoría de campesinos sin tierra en Colombia, el joven dio sus primeros pasos en un sistema ancestral en las manos de los ricos propietarios. El principio: «Los propietarios de fincas prestan sus parcelas de tierra a los campesinos con el fin de mantener el campo durante unos años antes de vender la finca a precio del oro, explica Jean-Matthieu Thévenot, voluntario en la granja Ceibal para la asociación francesa Envol Vert. No les importa lo que crece en su tierra, sólo es una inversión para ellos, como un banco. «
Durante dos años, los agricultores cultivan lo que quieren, a menudo de maíz y yuca, antes de quemar la tierra para dejarla «limpia«, técnica clásica utilizada en la agricultura convencional. Otro campesino ocupa entonces esta tierra a su turno.
La granja de 3000 hectáreas, donde trabaja Víctor es una de las 40 que posee el propietario, rico heredero de una familia que hizo fortuna con las esmeraldas. «En toda la zona de la costa del Caribe, hay una veintena de propietarios de tierras agrícolas. Eso da una idea de la distribución de la riqueza en Colombia… «, reconoce Jean-Matthieu.
Cambiar las mentalidades
Provisto de su largo machete, Víctor curva la espalda para cortar las malas hierbas que se propagan en su terreno. Pero él no sufre, galvanizado por un trabajo del cual se dice «orgulloso«. «Me siento en conexión con la naturaleza, le debo mucho, se le debe respetar«, se pregunta el hombre, siempre convencido de la agricultura orgánica. «Desde el principio, me negué a quemar la tierra e insistía en hacerla orgánica. Eso sorprendía a más de uno. Los otros campesinos del lugar no trabajaban así, no comprendían«. Aún hoy, Víctor se lamenta de las respuestas «agresivas » de algunos campesinos cuando intenta persuadirlos de cambiar sus hábitos. Esto es no quemar más las malas hierbas y cortar los árboles, dejando que se desarrolle así un entorno natural que promueva la producción agrícola.
La asociación Envol Vert está hace frente al desafío del cambio, paso a paso. Durante un período de ocho años y no dos como lo imponen por lo general los propietarios, Víctor y otros trece campesinos, principalmente de Los Límites, trabajan en pequeñas parcelas de la granja Ceibal donde ellos cultivan frutas y hortalizas entre hileras de árboles financiadas por Envol Vert. La asociación apuesta en gran medida en el Guáimaro (nuez maya), un árbol que ayuda a fertilizar el suelo y da muy buenos frutos para el ser humano y para el ganado.
Un pacto con la naturaleza
Víctor, que ha plantado decenas de árboles en su terreno durante dos años, es uno de los defensores más fervientes de este proyecto. «Dice que ha firmado un pacto con la naturaleza«, sonríe Jean-Matthieu, impresionado por el conocimiento del agricultor. También es una manera para él de sentirse más respetado en su oficio». Los agricultores no son fuertes económicamente en este país. Fabricando productos de calidad, a largo plazo y organizando la venta como cooperativa, producimos riqueza y nos hacemos más fuertes.»
Víctor sonríe tímidamente y tiene la mirada inquieta cuando le preguntamos por qué, las casi 250 personas en su pueblo, lo llaman «El Profe«. «No sé«, responde el único que ha logrado cosechar todas sus legumbres el año pasado, a pesar de una sequía devastadora. «Nos da consejos para mejorar; cultiva plantas medicinales para sanar a los aldeanos que se lo piden y trata de transmitir el amor a la tierra a los más jóvenes«, detalla Lediz, el único campesino participante del proyecto de Envol Vert.
«Lo que comen los ministros, es gracias a nosotros»
A veces los jóvenes del pueblo vienen a visitar a Víctor en su parcela. «Espero que se conviertan a su vez en campesinos. Yo les digo que es un trabajo respetable, que eso que comen los ministros, es gracias a nosotros «, bromea. Víctor nunca llegará a ser propietario de la tierra en la que trabaja. «Todo es propiedad privada aquí, es imposible.» Y caro. Victor estima el costo de los 800 m² de terreno en una cifra cercana a los 15 millones de pesos (8600 euros). Entonces se contenta con soñar un poco. «Si pudiera, yo bautizaría mi terreno: «Parcela del Señor Víctor agrofestal’’”.
Aurélie Bacheley
Artículo extraído del Huffington Post